Un mensaje inesperado
Esa noche sintió nuevamente la desesperanza de no ver aún ningún
resultado. Esa emoción no le permite descansar, cerrar los ojos y poner
la mente en calma. Esa emoción que hacía que su cabeza solo pensara en
un futuro oscuro, esa que aniquila toda esperanza de que las cosas
podrían resultar como ella imaginaba.
Los esfuerzos para salir del loop de negatividad mental, eran
simplemente inefectivos y la negatividad de los pensamientos se hacían
cada vez más profundos. La culpa, situaciones del pasado, que no
necesariamente habían sido un error y ahora sí, pasaban a ser la razón
de porqué estaba pasando por una situación tan difícil.
El miedo de no poder salir adelante y el futuro empobrecido, ahora se lo
explicaba como algo que realmente merecía. Ella era la culpable, no
importaba qué hiciera, ella debía pagar por los errores del pasado, ella
se merecía esto…
No encontraba la forma de salir de ahí y en ese estado, todo lo que
había trabajado hasta ese día, todos sus esfuerzos empezaban a ser
entendidos por ella, como una simple tontería, como incapacidad de ver
el camino correcto, como el ejemplo evidente de que no podría lograr lo
que ella quería, para ella y tampoco para su familia.
La emoción no se convertía en lágrimas o en pena, esa emoción se
transformaba en diálogos donde se maltrataba a ella misma, destruyéndose
en cada una de las cosas que había hecho, en cada detalle, sin tener
ninguna piedad por lo duro que podían ser esos comentarios y lo
flagelante de los juicios que se emitía para sí.
Sentía que podían volcarse al llanto, pero ella colocaba el freno,
impidiendo por vergüenza, que además de haber hecho todo mal, ¿ahora se
iba a dar el espacio de llorar? Sin saberlo su diálogo interior tenía
un objetivo implacable, ese diálogo quería despedazar todo eso que ella
representaba.
Mientras se sometía a esta tortura, recibió un mensaje. Era tarde, pero
el sonido de la notificación la desconectó de la sala de tortura por un
momento, se levantó, fue a la cocina y prendió un cigarro. Entre el humo
miró las notificaciones y abrió la red social.
Era un mensaje de un ejecutivo con un cargo importante en una empresa en
Estados Unidos. Le pareció extraño, lo revisó. El mensaje estaba muy
bien escrito y dejaba ver entre líneas cercanía y calidez. Lo cerró y
siguió con su cigarro. Volvió al mensaje y aceptó la invitación para
responder.
Prendió un segundo cigarro, su atención estaba en el mensaje ya no en el
diálogo interior. Respondió “Hola, qué bueno estar en contacto,
Saludos”. Dejó el celular a un lado y entró una segunda notificación. Lo
tomó nuevamente y pudo ver que él agradecía que hubiera aceptado la
invitación a conectar y que le impresionaba la carrera profesional que
ella tenía.
Puso más atención y miró el perfil de su nuevo contacto. Ahí vio que su
nuevo contacto también tenía una experiencia notable. Le respondió que
ella pensaba lo mismo de él. La interacción siguió un poco más. Hablaron
de lo interesante que era desarrollar las redes de contacto en las
plataformas profesionales y que no siempre las personas se abren a
interactuar.
Ella se sintió bien de ver que con su inglés lograba hacer fluir
rápidamente la conversación, lo cual la hizo sentir orgullo. Él le
preguntó su opinión respecto de qué pensaba sobre todos los cambios que
estaban pasando en el mundo y la tecnología y ella le dio su opinión,
dejando ver en parte el proyecto que quería sacar adelante y además dejó
ver que se
Al enviar ese último mensaje, sintió arrepentimiento y se preguntó por
qué lo estaba haciendo, trató de borrarlo pero ya era tarde, él lo había
leído. En el siguiente mensaje él le dijo “No se por que siento que
tengo que decirte esto, pero considera que el sacrificio es el mejor
regalo que te puedes hacer a ti misma, ten fé, todo va a salir bien”.
Ella lo leyó, una, dos, tres veces, no entendía por qué una persona con
la cual nunca antes había conversado podía enviarle un mensaje tan
importante sin saber. Se despidió y se fue a acostar. La sala de tortura
ya no estaba ahí, sentía calma, sentía esperanza, se durmió.
sentía un poco perdida.


