Paz Imposible.
Tenía la cara desfigurada, trataba de sostener su mirada pero no podía, no podía mirar a nadie a los ojos. Nadie le hizo ningún comentario. Sólo se apartaron y abrieron un espacio que le indicaba que debía salir de ahí. Salió y camino sin destino.
Mientras caminaba, trataba de repasar la situación. Con cada recuerdo sentía un vacío en el estómago y la sensación de caer, hasta que el vacío fue lo suficientemente fuerte como para vaciar su estómago. Luego de eso, recién pudo llorar. Lloró hasta sentir cansancio y se quedó tirado en el piso medio dormido.
— ¿Qué fue lo que hizo? Para su mente era imposible que fuera cierto que había hecho eso.
Pasaron los años y esos flachazos de memoria seguían vivos.
— ¡Hola!, ¿Cómo estás?
— Hola, bien. ¿Tú?
— ¡Bien!
— Qué bueno escuchar eso.
— ¡Qué increíble encontrarte!, han pasado muchos años.
— Sí.
— ¿Estás bien?, ¿Seguro?
— Sí, creo que sí. ¿Tu familia?, ¿Los niños?
— Bien, todos bien. Cuando nos juntamos siempre nos acordamos de ti.
— Ya lo creo, difícil que alguien me olvide en tu familia.
— Ahh, no, te equivocas, te recordamos bien. Eso ya pasó, bueno, al principio fue duro pero ya pasó, son muchos más los buenos recueros.
— ¿En serio?
— Sí, nunca debiste apartarte de la forma que lo hiciste. Han sufrido sin verte.
— Ehh, bueno.
— Si no se da está situación creo que habría sabido de ti unicamente en el cementerio.
— ¿Terminemos con esto ya?
— Ok, está bien. ¿Donde firmo?
El encuentro aumentó la frecuencia de esas imágenes en su cabeza y las emociones que venían grabadas con ellas. El verdadero perdón, simplemente, jamás podría existir para él.


