No hables con los niños, es peligroso (parte 2)
Repetimos harto nuestra nueva broma del ring-ring raja, hasta que se volvió fome.
— Oye ya, no pasa nada, nadie nos pesca.
— Sí, al final es una tontera, quien se va a molestar en perseguirnos.
— Weon, estoy cagado de sed.
— Toquemos el timbre y pidamos algo pa’ tomar, ¿por qué no?
— ¿Te atrevis?
— ¡Obvio! ¿Qué perdemos?
— ¡Weon! vamos a parecer niños pobres.
— ¡Ayyy! ¡Qué terrible, weon! Se van a dar cuenta que no tenís ni uno, ¿cual es el problema? Pobre, pero honesto, poh, weon.
— Ya, dale. Veamos cómo nos va.
El Mati tomó la iniciativa, él hablaría con la persona que saliera de la casa. Nosotros atrás de él, súper nerviosos mirando.
— ¡Hola!
— ¡Hola! ¿A quién busca?
— No busco a nadie, señor, lo que pasa es que somos unos niños que estamos en la calle y queríamos ver la posibilidad de que nos diera algo para tomar.
— ¿Qué?, dame un minuto y voy para allá.
Nosotros entre puras risas nerviosas y no pudiendo creer la personalidad del Mati, cada palabra que emitía la sentíamos en la guata y nos daba risa, la tensión para mí era máxima.
— ¡Weon!, ¡Ya cálmense! Parecen locas.
— ¿Qué vamos a hacer ahora?, Ese viejo viene pa’ acá.
— ¡Puta madre! Quédense tranquilos, yo voy a hablar.
— Ojo, ojo, ¡ahí viene!
— ¡Hola! ¿Cómo te llamas?
— Matías, y acá están conmigo el Seba, Sean, el Leo, Nelson, pero le decimos Pescao y Ricardo pero a él le decimos Jacko.
— ¡Hola, niños! Y ¿por qué andan pidiendo?
— Venimos de jugar a la pelota y estamos lejos de la casa.
— Ja, ja, ja, ja, ¡las patitas que tienen! Les voy a traer algo.
— Weon, ¡no lo puedo creer!, Yo estaba listo pa’ arrancar.
— Ja, ja, ja, ja, ja, simplemente increíble, eres muy cara de raja Mati, ¡te pasaste!
— ¡Ya!, tomen niños!, ¿les gusta la Kem Piña y la Pepsi?, acá tienen dos litros bien helados.
— ¡Ohhh!, ¡se pasó señor! ¡Gracias!
— ¿Y cómo les fue en el fútbol?
— ¡Bien! (responde Sean), ¡siempre ganamos!
— Ja, ja, ja, ja, ja, andan pidiendo en la calle y además son campeones. ¡Me cayeron bien! Ya, chao niños, quédense con los envases y cuídense.
— ¡Muchas gracias señor! ¡Que esté bien!
Al retirarse hablaba solo y se reía, decía “ay, ay, ay, los niños simpáticos, ja, ja,ja, ja, ja”.
— Se pasó, increíble, ahora en la plaza tomando bebidas bien heladas, ja, ja, ja, ja, ja, insólito.
— La wea loca que acaba de pasar.
— Igual Mati, sonabai como pordiosero.
— Sí, la cagó, (imitándolo con voz burlona) “somos unos niños que estamos en la calle”, ja, ja, ja, ja.
— “Señor denos algo para comer” (imitación burlona).
— Ja, ja, ja, ja, ja, ja, sí, weon sonabas súper flaite, bien pobre.
— Bueno, a lo mejor las personas que piden no están mal educadas, poh, o sea pidiendo todos sonamos igual parece.
— Da lo mismo, estamos en la plaza, aprovechando la sombra y tomando bebida y la wea fue muy loca, ¿que onda?, podemos pedir cualquier cosa?
— Chucha, no sé, pero ahora veo las casas de otra manera, pasaron de ser una amenaza a ser una oportunidad, cacharon que le caímos bien, y a la primera.
— Weon, rompimos la pelota, ¿será posible conseguir una?
— ¿Por qué no?, es cosa de tocar timbres y hablar.
— Ya, pero, hay que inventar un cuento mejor para pedir que nos regalen una pelota de futbol, ¿no?
— Claro, o sea el Mati salvó con el asunto del partido, pero hay que estar más preparados.
— Simple, estamos armando un club de fútbol de niños que jugamos en las plazas y necesitamos cooperación.
— Oye, pero puede ser plata igual.
— ¡Puta, claro!, obvio, esta wea va a resultar.
— ¿Y qué? ¿nos disfrazamos más pobres?
— ¿Y qué más pobre te podis ver tú, Pescao?
— Ja, ja, ja, ja, no poh, si mi vieja dice siempre que hay que andar decente, así se vende más y ahora hay que vender un “club de fútbol”.
— ¡Está wena!
Luego de tomarnos las bebidas que nos había dado ese generoso señor, que antes para nosotros era un viejo pesado que nos quería perseguir, volvimos a tocar timbres para pedir ayuda para nuestro nuevo “club de fútbol” de niños. Llegamos a la casa con una pelota desinflada pero que la señora que nos la regaló, juraba que estaba buena, porque de lo contrario no nos la habría regalado y cuatro mil pesos, que para dinero de hoy equivalen a quince dólares. Este era el amanecer de otra comprensión de las relaciones humanas con los viejos, pasaron de ser un elemento de temor, a uno de ayuda, sonrisas y apoyo.
El mundo había cambiado por completo, pasamos del temor de hablar con ellos a la confianza de enfrentarlos, en realidad acercarse, hablar y sacar algún provecho de eso, eso sí, aún ni uno de nosotros podía imaginar cómo girarían las cosas…



