Los niños son inquietos 2

Es que los niños son inquietos 2

Preparamos todo, nos organizamos para hacerlo de una manera segura. Eran las cinco de la tarde. Llegamos a la plaza, pero había muchos niños jugando así que nos quedamos en un pasto matando el tiempo y pensando cómo lo íbamos a hacer, inspeccionamos el lugar, miramos si llegaba viento ahí en el medio del caracol de cemento. El caracol en realidad es una espiral de cemento que tenía unos cincuenta centímetros de alto por cincuenta de ancho y su estructura daba varias vueltas desde el centro hasta afuera donde terminaba, era ideal para lo que queríamos, en el centro abajo no llegaba nada de viento.

Ya estaba oscureciendo, eran las nueve de la noche, nadie en la plaza.

— Creo que es el momento.
— esperemos un poco más.
— weon, a mí ya me van a salir a buscar, ¡seguro!
— ok, pero ¿si aparece alguien?
— le decimos que va a explotar un fuego artificial.
— pero, ¿si es un viejo pesao?
— se va a comer pedazo de explosión.
— sí, ¿no será mejor que nos arranquemos más tarde? Se va a notar más la explosión.
— tenis razón.
— todos a comer la casa y nos juntamos acá a las once.

Todos nos fuimos cada uno a su casa. A las once llegamos todos menos Jorge. Nos ubicamos en el centro del caracol y colocamos todos los elementos de acuerdo a lo que nos decía el Pescao. Los ladrillos uno a cada lado a una distancia un poco menor que el tubo con las chispitas. Hicimos tres hoyos en la tierra entre los ladrillos para colocar las tres velas bien firmes, con las bases de las velas y tierra. Luego al colocar el tubo nos dimos cuenta que los pliegues para sellar el tubo tienen que estar en el mismo ángulo en paralelo para darle más estabilidad  sobre los ladrillos, al final con un par de piedras adicionales lo acomodamos bien.

— ya, weon ¡prende las velas!
— dale, ¿no viene nadie?
— no, todo está despejado.
— ¿Pescao? ¿Cómo cuánto se va a demorar?
— no tengo idea.
— pero, ¿no va a explotar ¿altiro? ¿No?
— weon, no sé.
— ya, ¡filo!

Prendimos las velas y nos alejamos a esperar la explosión. Pasaba el tiempo y nada. Nos separamos en cinco puntos para reaccionar si es que alguien se acercaba a la plaza. Seguíamos esperando.

— ¡Pescao! ¡Tu wea no funciona!
— ¡espera un rato!
— ¡se nos va a pasar la noche! Me voy a acercar a mirar si no ha fallado algo.

Me acerqué a mirar algo asustado de que explotara justo cuando iba a mirar.

— weon, ¡está todo ok!
— ¡sal de ahí, Seba!!!
— ¡ya!

Cuando voy llegando a mi posición explota la bomba. Salió una llama de como tres metros de altura de color azul y amarillo, el bombazo sonó fuerte y seco y se produjo algo de eco. Arrancamos en diferentes direcciones y luego a punta de chiflidos, como siempre, nos juntamos nuevamente en otra plaza más alejada.

— ¡weon, ¡la cagó!
— ja, ja, ja, ja, ja, sí increíble, ¿cachaste cómo sonó?
— ¡increíble!
— Tenemos que ir a ver cómo quedó todo, ¿cómo habrá quedado el tubo?
— esperemos un rato antes de volver, van a cachar que fuimos nosotros.

A las doce y media regresamos. No había nadie en la plaza. Los ladrillos uno roto y el otro tal cual. Las velas estaban como reventadas contra el piso y encontramos pedazos del tubo a 5 metros de ahí, se había partido por la mitad.

— ¡funciona esta wea, Pescao! ¡Se pasó!
— increíble, era teoría nomás ahora veo que sí, mi abuelo me regaló un libro donde hay otro tipo de bombas, con nitroglicerina y ahí sale cómo se puede producir nitroglicerina en la casa.
— es broma, ¿no?
— no, mañana te lo paso.
— ja, ja, ja, ja, ja, ¿es serio?
— sí, podemos hacer algo mucho más grande mucho más destructivo.
— weon, ¡cálmate! Si no somos terroristas.
— y entonces ¿por qué hicimos la broma de la bolsa de basura en la calle?
— pero eso fue una broma.
— weon, llegó el Gope.
— ya ok, miremos tu libro de mierda, está bien.
— igual podemos repetir esto, le entraban más chispitas a ese tubo.
— Pero no tenemos más antenas.
— ¡mira la calle! Está llena de autos con antenas, ¿no?
— ¿qué, las robamos?
— obvio.
— juntemos unas diez, al ojo les podemos meter unas setenta chispitas a cada una y las hacemos detonar en más plazas al mismo tiempo.
— ¡suena bien!

Cuando llegué a la casa, me pillaron.

— Sebastián, ¿dónde andabas? ¿No escuchaste la explosión?
— Estaba Carlos Alvarado con mis amigos, no, ¿qué explosión?
— ¿tú no tienes que ver con la explosión?
— no, nada que ver yo. ¿Dónde fue?
— se sintió acá al lado, en la plaza, yo salí a mirar pero no vi nada.
— vah, qué raro.

Los días siguientes nos dedicamos a recolectar material, salíamos en la noche a robar antenas, las más grandes y anchas, esas nos servirían mejor. Todos teníamos que estar disponibles para ir a comprar cosas para la casa y así juntar partes de vueltos de las mamás o abuelas para comprar chispitas. El jueves ya teníamos todo para armar diez bombas.

Empezamos a producir pero no todas las antenas servían para cargar setenta o más chispitas así que Jorge con Jacko salieron a buscar autos con antenas más grandes mientras el resto armábamos el resto de las bombas.

El plan era hacer diez detonaciones la noche del sábado en diez plazas diferentes pero nos faltaban manos: estábamos Sean, Jacko, Jorge, Leo, Pescao y yo. Así que llamamos al Mati, el Paila, el Chivo y a Marcelo, les explicamos cómo se hacía el trabajo pero al Paila, al Chivo y a Marcelo les dio miedo hacer la pega. Matías se sumó, era peligroso igual sumarlo. Si había alguien loco dentro de los amigos, era este.

Jacko y Jorge lograron la misión pero ya no era necesario, dado que no teníamos manos para detonar diez, solo necesitábamos siete. Sábado a las 12 de la noche era el día.

— ya, weon, ¿tienen sus bombas?, ¿las velas?, ¿fósforos?, ¿ladrillos?, ¿reloj?
— ok, este es el plan: tú vas a la plaza de Tomás Moro, tú a la de Miguel Claro, tú a la de Latadia, tú a la de Salvador Izquierdo, tú a la de Fleming, tú a la de Cuarto Centenario, tú a la de las torres del Fleming y tú a la plaza de las torres de Bilbao.
— veinticinco minutos para llegar a cada una, a las 12:30 se arman. Que no les llegue viento, poh weon, 12:50 hora de encendido de velas. Deberían explotar a la 1:10.
— está clarito, ja, ja, ja, ja.
— vamos a dejar la cagá
— mínimo llegan los pacos, ja, ja, ja, ja, ja.
— se aseguran de que explote y nos juntamos en la plaza de Nocedal, al lado de la casa del Leo.
— ok.

Llevamos a cabo el plan y funcionó bastante bien. Algunas explotaron un poco antes que las otras pero se podía escuchar cada explosión. Luego de hacerlas explotar cada uno corrió a la plaza de Nocedal.

— no sé, estuvo fome.
— sí, me imaginé que íbamos a dejar la cagá y no pasó nada, no sentí ni una sirena de pacos.
— sí, fome, más lo que weviamos pa’ esto, un fiasco.
— sí, qué mal.
— weon, intentemos hacer nitroglicerina
— ¡cállate, Pescao! ¿En qué minuto? Si esto es pa’ divertirse no más.

Hablamos un poco más del tema pero ahí quedó; igual había sido divertido todo lo que armamos, pero estaba lejos de lo que queríamos producir. Días después nos juntamos en una plaza, como siempre, a jugar a la pelota cuando llega Jorge con una novedad.

— ¡cachen, cabros!
— ¿qué es esa wea?
— Un tubo, ¡poh!
— ¿de dónde lo sacaste?
— es el tubo de la cortina de ducha del baño chico de mi casa.
— ¿en serio? Ja, ja, ja, ¿te volviste loco?
— nada, nadie usa ese baño, afirmé la cortina con un cordel, pero cacha acá podemos meter, no sé, ¿trescientas chispitas?
— jajajajaja, ¿voh seguís en modo bombas? Eso ya pasó
— weon, ¿qué perdemos?
— sí, ¿por qué no?
—  o sea trescientas chispitas son casi un kilo de pólvora; al ojo eso es una dinamita
— y le ponemos nitroglicerina también ja, ja, ja, ja.
— no, weon va a ser pedazo de bomba
— ¡claro! ¿Qué tanto? hagámoslo, tenemos todo: chispitas que no usamos y el tubo
— Seba, ¿te sumai?
— obvio, démosle
— vamos pa’ tu casa y armamos

Partimos de la plaza a mi casa, ahí era el centro de armado de bombas, pelamos las chispitas, cortamos al ojo el tubo para que entraran las doscientas veinte chispitas que teníamos y empezamos a sellar.

— ya, métele las chispitas en orden.
— está bien, entran bien.
— ahora sellemos un lado.
— dale, weon no sé, esta wea nos va a explotar en la casa, siente como crujen las chispitas cuando aprieto.
— ya, weon no seai cobarde.
— hazlo tú, entonces.
— ya pasa pa’ acá. Ufff tenía razón Sami, suenan, me va a explotar en las manos.
— no seai cobarde, poh Sean! Ja, ja, ja, ja, ja.
— ¿cómo lo hacemos?
— saquemos las chispitas del tubo, sellamos un lado primero, volvemos a llenar y luego sellamos el otro lado.
— ok
— ¡ya! voy a sellar este lado. Uffff no, se deforma el tubo al estar vacío.
— chucha, la wea
— weon tu viejo tiene esa wea que se llama poxilina
— ¿esa que pega todo? ¿Que pega hasta el fierro? Sí tiene. Cacha!
— dale pásala, es como plásticina, ¿cachai?
— muy blanda
— weon, pero espera poh, mezclamos y la ponemos en el lado que vamos a sellar.
— pero es blanda, weon, ¡te digo!
— espera ¡conchetumadre!, ¡Cacha!
— la cagó, Pescao, se puso firme la wea. Ya pasala acá, ahora sí poh, perfecto, quedó súper bien, wena, Pescao!
— ya, ahora rellenemos.
— ¡perfecto!
— weon, ponle la misma wea de poxilina pa’ sellar el otro lado.
— ok, si, tenís algodón, esta wea se calienta cachai, cuando se endurece o vaya a prender las chispitas.
— ¡te cacho! Sí tengo.
— ok ahora el algodón, ahora la poxilina y estamos.
— dale, pasa pa’ sellar. Chucha la wea, igual suenan.
— espera un poco a que endurezca más la poxilina, ¿a ver ahora?
— sí, mejor, ¡ya está!
— esto es una dinamita weon, no sé.
— este tubo se va a demorar una hora en calentar
— ¡le metemos más velas!
— ya, doce de la noche ¡en la plaza!

Nos juntamos esa noche para hacer reventar doscientas veinte chispitas aproximadamente. Directo al caracol de la plaza de al lado de mi casa.

— ¿tenía la bomba Seba?
— obvio.
— ya, weon armemos.

Todo quedó listo con diez velas calentando el tubo. Hasta que explotó. El ruido fue ensordecedor; la llama del alto de los árboles que rodeaban el caracol. Después de la explosión se escucharon partes del tubo caer en la calle. Arrancamos hacia una esquina para mirar qué pasaba. La gente empezó a salir de las casas más cercanas y también de las casas de la esquina donde estábamos, así que no nos pudimos esconder; simulamos que pasábamos por ahí y que la explosión había sido muy fuerte. Llegaron los pacos, después la policía de investigaciones. Mi viejo apareció por nuestra espalda.

— chicos, vengan conmigo.
— ¿a dónde vamos?
— vengan, súbanse al auto.

Nos llevó a la casa de mi grandma, luego llegaron los papás del resto; no hablaron nada con nosotros, estuvieron reunidos afuera y yo me quedé con los grandpas. Al día siguiente caché que todos se habían ido de vacaciones, la solución para ellos era estar seguros de que íbamos a estar separados por un buen tiempo.

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