Sintó que le empujaban el hombro. Con dificultad abrió los ojos y se dio cuenta que estaba en el piso. A su lado su mujer de rodillas intentaba despertarlo.
— ¿Qué me pasó?
— ¿Qué te pasó? creo que un litro de whisky, eso fue lo que te pasó.
— ¿Cómo? ¿Tanto tomé?
— Levántate y trata de recuperarte, acá te tengo un vaso de agua. Ven a la cocina, te voy a preparar unos huevos.
— Ok, ok. Oye, ¿dónde están las hojas?
— Tenías un desastre en tu oficina, te las ordené y las puse sobre tu escritorio. No entiendo por qué habían algunas hojas quemadas. Te estás volviendo un peligro.
— ¿Queee? ¿Qué fue lo hice? ¿Cómo? (Se levantó como resorte a mirar las hojas sobre su escritorio)
— Me imagino que quisiste quemarlas.
— Qué mierda hice. No me puedes dejar solo. Mira la estupidez. Pero a ver, no, uff menos mal, se pueden leer. Qué alivio. No las ordenaste muy bien ahh.
— Y qué voy a saber cuál es el orden de tus páginas. Sí que eres patudo. La próxima vez te las voy a quemar y ni te vas a dar cuenta.
— Ya ok, ok. Perdón amor. Es que anoche estaba muy conectado con la historia.
— Yo creo que estabas muy conectado a la botella, parecías como loco. Pero estabas contento, de hecho estabas bien cariñoso.
Dejó las hojas y acompañó a su mujer a la cocina. La paciencia de ella con él era infinita, se preocupaba de todos los detalles para que estuviera bien, whisky, vino, cigarros, comida, calma. Compartieron un rato, él se fue a bañar y luego de eso salieron a la terraza a fumar.
— ¿Qué fue lo que escribiste anoche?
— La verdad, no me acuerdo, tengo que volver a leer para ver dónde me quedé. Anoche tenía todo tan claro, veía la historia desarrollarse frente a mis ojos, la sentía con cada fibra de mi ser. Mis personajes estaban vivos en mi cabeza.
— Bueno, la verdad, como te dije, estabas como loco, pero un loco lindo.
Volvió a su escritorio y empezó a ordenar todas las hojas que había escrito. No era tan simple porque no les había puesto número, así que el trabajo de ordenar sus papeles era como armar un puzzle. Algunas de las hojas que por alguna razón intentó quemar habían perdido parte de las palabras escritas. Después de un rato logró darles el orden, y les agregó un número para que cuando volviera la locura fuera más simple recuperar el orden.
Al terminar de ordenarlas se dio cuenta que la última página no estaba. Era evidente que tenía que haber una hoja más, debido a cómo terminaba la penúltima. Era simplemente imposible que se hubiera quedado ahí. Fue a buscar ayuda con su mujer.
— Amor, tengo un problema. Creo que me falta una página. ¿Limpiaste el basurero de la oficina?
— Obvio. Miremos en las bolsas de basura, no recuerdo haber visto una hoja en tu basurero.
Fueron a mirar en las bolsas y ella pacientemente las vació todas.
— Acá está la basura que recogí de tu oficina. ¿Viste? como cuarenta colillas de cigarro y cenizas, papeles rotos.
— Pero esa mugre de ahí no son cenizas de cigarrillo, parece más bien papel quemado. Puta la wea, debo haber quemado la última hoja, si seré weon.
— Bueno, sí, estoy de acuerdo, no te lo voy a discutir. Pero me imagino que la puedes volver a escribir.
— Sí, yo creo. Ya, ok, qué diablos. Gracias amor, voy a intentar escribirla.
Se fue a sentar en su escritorio a leer y ordenar un poco la caligrafía de sus hojas, que a ratos se entendía menos que la receta de un médico. Ya más conectado con su avance de la noche anterior, empezó a tratar de resolver cómo terminaba la historia, pero después de diez intentos, se dio por vencido. Había perdido el momentum que le había permitido escribir una historia tan intensa, sus intentos quedaban sin esa vibración que había logrado en un momento de euforia. Así que fue nuevamente a pedir ayuda.
— Amor no logro resolver esto, no sé qué hacer.
— Vamos a tu oficina y me lees la historia, ¿ok?
Fueron a su oficina y él le leyó la historia.
— Guatón, te tengo que decir algo.
— ¿Qué amor?
— Yo quise quemar tu historia.
— ¿Pero por qué hiciste eso?, ¿Qué pasó?
— En la mañana cuando dormías en el piso, me puse a ordenar y de paso ordené bien tus hojas para poder leerte. Cuando terminé de leer sentí una rabia infinita. Tu historia, la intensidad, te delataron y me mostró que me has mentido. Yo te puedo decir lo que escribiste en esa última página, pero antes (ella colocó sobre el escritorio una botella de Whisky) te vas a sincerar conmigo. Ahora nos vamos a perder un rato juntos. ¿Ok? Yo te amo tontito.