Después de 5 años de combates los representantes del lo que era el gobierno del país accedieron a reunirse con los «revolucionarios». La reunión se llevó a cabo en los territorios dominados por las fuerzas de «liberación» o en los territorios que habían sido tomados por los «fascistas».
La manera de llamar a las cosas dependía de donde estuviera el espectador; unos podían ser llamados representantes de la dictadura, o también representantes del pueblo; los otros, fascistas o liberadores. Al final la forma de llamar a las cosas daba lo mismo; lo que todos saben es que el vencedor tendría la oportunidad de poner el nombre correcto a cada cosa.
A esa reunión asistieron los máximos representantes de cada lado del conflicto. El lugar: uno de los edificios más grandes de una de las ciudades tomadas. La ciudad se encontraba prácticamente en el suelo. Ese edificio en particular aún sostenía sus subteráneos. En uno de ellos ocurrió el encuentro. En la sala escogida se disponía una gran mesa; en ella sólo dos personas sentadas. Alrededor y a distancia de la mesa se pararon militares de cada lado portando sus armas.
La tensión del ambiente era máxima y estaba muy bien acompañada por el olor de la pólvora, tierra húdea y el humo de los cigarros.
Se sentaron, cada uno en una de las cabeceras opuestas de la mesa y abrió las declaraciones el que alguna vez había sido elegido presidente. Él era conocido por su habilidad para hablar, y sin duda hizo gala de su fama. Mientras exponía sus puntos y dejaba ver su propuesta para detener las masacres, un soldado les rellenaba los vasos con una etiqueta azul al tiempo que reponía los ceniceros.
El silencio de su oponente al principio le dio confianza; eso lo hizo vacilar colocando en su oferta menos de lo que tenía pensado, pero mientras sostenía su discurso ese mismo silencio lo hizo vacilar nuevamente, haciendo aumentar sus garantías para sus oponentes. Habló hasta que en un momento reparó que era tiempo de tener alguna respuesta y escuchar lo que pensaba la otra parte.
En el momento que pide una respuesta, su opositor hizo una señal y se abrió un tiroteo dentro de la sala. Quien dio la señal, se mantuvo sentado sin mover un dedo, su vista fija en quien había invertido toda la saliva durante la última hora. Se detuvieron los disparos, y quienes acompañaban al que fue un día presidente se encontraban sometidos o muertos.
—¡Qué haces! ¡Esto va a tener graves consecuencias!
—Deja de gritar y amenazar, ya no tiene sentido. Ya hiciste suficiente. ¡Revisenlo y sujétenlo contra la mesa!
—¿Qué vas a hacer?
—Tranquilo, guarda silencio, va a ser mucho mejor, ahora me toca hablar a mí.
—Ok, ok, ok, pero si no me liberas pronto van a venir por mí.
—¡Jajajajajaja, no hay caso contigo! Esto va a ser rápido; no tengo más tiempo para ti. ¡Juan! ¡Pásame el hacha! y tapenle la boca, es obvio que no entiende con palabras.
Tomó el hacha y se acercó. El que había sido presidente estaba sometido con su cara contra la mesa; cuatro soldados lo afirmaban: dos sostenían cada uno de sus brazos en la mesa, otro presionaba su cintura contra la mesa y se sumó uno más para cerrar su boca con las manos.
—Siempre pensé que eras un maldito afortunado y ahora sigo pensando lo mismo. Contigo debería darme el tiempo para provocarte un sufrimiento nunca antes visto, pero sabes, no tengo imaginación suficiente para que eso llegue a purgar lo que has hecho. Así que no tengo duda de que Fortuna sigue contigo.
Tomó el hacha y dio un gran golpe en la mesa; ese golpe tiñó el ambiente de olor a orina y mierda; la volvió a levantar y golpeó certeramente en la mitad de la espalda.
—¡Ahora descubran su boca que lo quiero escuchar!
Los gritos permitieron reconocer el eco que era capaz de contener esa sala. Se paseó un poco reconociendo el eco y la cara de todos los presentes y luego volvió dando 3 golpes certeros con su hacha en el cuello del que había sido alguna vez elegido. Los gritos terminaron con el segundo golpe y el tercero separó el cuerpo en dos.
—¿Qué mierda está pasando?, ¿Qué quieren conseguir?
—Realmente no sé a dónde quieren llevar las cosas; lo que sí sé es que van a avanzar con sus estupideces hasta que las ovejas se conviertan en lobos.