La Curiosidad

Había trabajado todo el día fuera de la oficina. En el metro, de regreso a casa, no pudo revisar noticias ni redes sociales en su celular, se había quedado sin batería. Al llegar a casa se enteró de que tenían un corte de luz en su barrio. Fue a la cocina a buscar algo para comer y tomar. No había nada excepto unas cervezas. Con el celular apagado y sin luz, no tuvo más opción que ir a tenderse y esperar a que volviera la luz.

Se tendió sin nada más que disfrutar de su cerveza y pensar. El silencio en su pieza le llamó la atención; estaba acostumbrado a estar ahí mirando televisión, jugando Play, escuchando música o mirando alguna red social. Ahora, sin esos elementos, podía escuchar los ruidos del barrio: el cierre de puertas de vecinos, gritos, conversaciones y otras cosas. Cuando el silencio era más profundo, empezó a notar cómo sonaba un sorbo de cerveza en su boca, las burbujas y también su respiración.

En un momento, cuando estaba concentrado en sentir su respiración, notó que podía escuchar algo así como otra inhalación y exhalación. A ratos aguantaba su respiración para escuchar mejor, hasta que confirmó que se producía un sonido similar, sonido que parecía venir de debajo de su cama. Al confirmarlo se asustó un poco —la casa estaba en penumbras— pero se calmó, creía que tenía que haber una explicación. Se levantó de la cama y miró debajo con su encendedor y, nada.

Volvió a tenderse y siguió a ratos escuchando, tratando de resolver qué lo podía producir. ¿Sería un problema en su cabeza? ¿Lo habrá tenido hace tiempo y no lo había notado? ¿Habría una explicación física? Se quedó en eso hasta que se durmió.

A la mañana siguiente, lo primero que hizo fue investigar en internet y, nada: algunas enfermedades se podían asociar, pero nada que lo convenciera. Partió su día y lo comentó con una compañera de trabajo que en otras ocasiones le habló de casos raros, esotéricos. Le explicó, y ella le contó que había escuchado historias similares en su grupo espiritual y que esto podía ser algo importante. Le recomendó ver a una bruja, pero él rechazó la oferta; pensaba que tenía que haber una explicación más normal.

Pasaron algunos meses; en ese tiempo fue a ver a doctores, revisó su departamento, se colocó en diferentes posiciones de la casa, cambió la cama, probó todo lo que se le ocurrió para descubrir la razón del sonido y, nada. Si apagaba todo y se tendía sin más, siempre lograba escucharlo. Lo único que faltaba era ver a la bruja. Llamó a su amiga y agendó una cita con la hechicera.

La bruja le pidió hacer una cosa; ella pensaba que no se trataba de una respiración, sino más bien de un mensaje del más allá: alguien se quería comunicar con él. La tarea que le dio fue poner el máximo de atención y tratar de distinguir si ese sonido era o no el susurro de una voz.

Llegó a su casa y se preparó para hacer su mejor esfuerzo por escuchar el sonido. Estuvo unas horas, aguantando la respiración y atendiendo el sonido cuidadosamente. El latir de su corazón le impedía escuchar bien, así que hacía esfuerzos por mantenerlo lo más lento posible, exhalando muy lentamente y manteniendo la respiración con sus pulmones sin aire. Finalmente, logró distinguir una voz que sonaba similar a “zise leh a mao, oha duza eh muha”. Hizo lo posible por escribirlo como le había pedido la bruja y se lo envió por email.

Al día siguiente la bruja lo llamó, muy asustada, estaba segura de que se trataba de un mensaje dicho en una lengua antigua. Traducido es “la vida es corta y tu alma ya es mía”. Le explicó que el mensajero tenía que ser un demonio y que él, por ningún motivo, debía repetir el mensaje en voz alta porque seguro que lo estaban escuchando.

Semanas después, una noche, él nuevamente estaba tendido, con todo apagado y escuchando el sonido. Ya más escéptico de la bruja, solo de curiosidad lo repitió en voz alta. Al terminar de decirlo la puerta de su pieza se cerró de golpe y su encendedor se prendió; en ese momento pudo ver aterrorizado la cara del mensajero.

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