Empieza el orden

Mi madre jamás pensó que yo no iba a volver nunca más. Me echó esperando que la presión me hiciera cambiar de actitud, cuestión que nunca pasó. Al día siguiente volví, cuando ella no estaba, volví a buscar mi ropa. Al estar ahí, los ví, y me los llevé. Los cuadros que había pintado mi papá, cuadros que tanto criticaba mi mamá con su pareja. Solían reírse de esos cuadros, para ellos, una muestra de su incompetencia. Para mí, en cambio, genialidades. Así, tramposamente, también quise ayudar a mi mamá y me los llevé. La guerra estaba declarada.

Esa misma tarde, mi madre llegó a la casa de los papás de Janet para recuperar los cuadros. Le pedí que no se los llevara, le expliqué lo absurdo que era y le dije en su cara que era una vergüenza que fueran caldo de cultivo para burlarse de mi viejo. No accedió, estaba furiosa. Le expliqué que me quedaban cosas, entre ellas mi perra, la Jane. Solo me indicó que, antes de ir a la casa, tenía que llamarla.

Al día siguiente fui nuevamente, no pude entrar. Había un guardia para evitar que yo entrara ¿un guardia?. Insistí en llamarla, pero no me atendió. El papá de Janet me había ofrecido recibir a mi perra, él la conocía y sabía lo que era. Esa situación se transformó en angustia, ¿era posible salir de ahí y con mi perro?. Mi mamá no me dio opción para hablar, solo habló conmigo después de haber realizado su plan. Regaló todo lo que me quedaba: mi perra, la Jane, los cuadros de mi papá, mi guitarra y botó todo el resto. Se dió el tiempo de llamarme para dejarme tranquilo, ya que ahora sí que no tenía nada que ir a hacer allá. Ya no había vínculo o más bien solo rabia. Increíble, el gatillo del distanciamiento había sido un regalo de matrimonio, quizás y por las consecuencias, uno de los regalos más importantes de mi vida.

Su trato conmigo no terminó ahí, semanas después recibí llamados y visitas muy amigables de sus hermanos, me trataban de “desgraciado” e “infeliz”. De alguna manera esto me ayudó, la salida ñoña de “Me voy donde mi mamá” nunca fue una opción. Ahora, tenía que salir adelante por mis medios.

Un par de meses después nació la Flo.

Mi problema ahora era volverme productivo. Cuatro meses después de que nació la Flo, rendí la prueba de selección universitaria. Gracias al tío Carlos y a pesar de mis notas de secundaría, logré un puntaje muy alto, tanto como para matricularme en Ingeniería, y en la mejor universidad de Chile.

Empecé las clases. Yo sabía que había becas y créditos con los que te ayudaban a pagar la carrera. Sin esto, para mí era imposible estudiar, mi mamá no me iba a ayudar y mi papá estaba quebrado. Me acerqué al área de ayuda para estudiantes de la Universidad, donde asistentes sociales evalúan tu situación y definen si calificas o no para un beneficio. Me evaluaron, me visitaron y determinaron que no calificaba, lo que sí me dijeron, era que su resolución no impedía que hiciera los trámites para el Crédito Universitario.

Fui a ver al encargado de la postulación al Crédito Universitario, José Rojas. Él me ayudó a presentar mi caso. Jamás imaginé que era posible pedir tantos certificados. De manera intuitiva me esforcé en establecer una amistad con José. Lo iba a ver a la hora de almuerzo y al final del día. Le compartía lo que tenía para comer, manzanas verdes o plátanos. Eso fue casi lo único que comí a lo largo de toda la carrera, era lo que no se comían en la casa de la Janet, para mí eran “la” opción. Al final, las manzanas verdes me las comía como chocolates, no dejaba rastro de ellas.

La amistad se desarrolló por tres meses, ese era el tiempo que duraba el proceso, amistad nivel que me invitó al cumpleaños de su hijo. Un día, el día en que se cerraba el proceso, como siempre, lo fui a ver.

— ¡Hola Seba!
— ¡Cómo va, José! ¿último día no?, ¿qué pensai? ¿Puede salir algo?
— No sé, vamos a ver. Oye, ¿me ayudas a llevar las carpetas a mi oficina?
— Sí, claro.
— Dale, toma ese montón de ahí y acompáñame.

Subimos a su oficina, dejamos las carpetas en su escritorio y prendió su computador.

— Ya, Seba, ¿Cuánto crédito necesitai?
— ¿¿¿Qué???¿Es broma no?
— No, weon, ¿cuánto necesitas? ¿100%?

Terminé una carrera de cinco años en cuatro y con distinción, al quinto ya éramos independientes, Janet, la Flo, la Tonka y yo.

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