El valor del conflicto

El valor del conflicto

Era una mañana cualquiera. Despertó y se preparó para iniciar un día más de trabajo. Ese día en particular tenía una celebración al final del día con su equipo de trabajo. No había comentado esto con su mujer, cuestión que al hacerlo sabía le podría costar un conflicto partiendo el día.

Ya podía sentir el olor del café, ella estaba en la cocina preparando algo para compartir antes de partir el día de trabajo. Bajó y se acercó a ella.

— ¿Dormiste bien?

— Sí, súper, ¿y tú?

— ¡Bien!

— ¿Quieres café?

— ¡Obvio, lo necesito!

— Ok, ¿Cómo viene tu día? (Uff, ahora tengo que contarle del carrete de hoy con el equipo)

—Tengo una reunión con un potencial nuevo cliente donde espero cerrar el negocio del año.

— ¡Qué bien!, ¿están bien preparados?

— Sí, muy bien preparados, llevamos tres meses persiguiendo a este cliente.

— Ok. Ojalá lo cierren.

— Sí, bueno después de la reunión tenemos planificado ir a celebrar (¡¡¡Por favor que lo tome bien!!!)

— Qué bueno, ¿y si les va mal?

— Vamos a llorar la pérdida juntos, Ja, ja, ja, ja, ja, pero nos tenemos harta fe con esto. Pero vuelvo temprano, ¿ok?

— Tranquilo, vuelve cuando quieras.— (¿vuelve cuando quieras?, que raro, no entiendo) Si, bueno, eh, temprano sin duda.

— Ok, ok.

— Dale, ya me tengo que ir.

Se besan y él parte. En el camino y durante el día volvía de vez en cuando a su cabeza la reacción de su mujer. Él se preguntaba por qué no se había provocado el típico conflicto que se generaba con cada una de sus salidas y sobre todo cuando él daba la noticia con poco tiempo de anticipación. En lugar de estar tranquilo, una reacción tan positiva lo había dejado más inquieto que nunca.

Finalmente llegan con su equipo a la reunión para cerrar el acuerdo con el nuevo cliente, la reunión fluyó muy bien y en menos de una hora ya tenían un acuerdo. Aceptaron los puntos del cliente sin reparar en nada, todo lo que el cliente les pedía estaba por sobre los límites que ellos habían planificado para cada punto así que prácticamente no negociaron ni un punto. Al fijar el acuerdo se dieron la mano y el equipo salió de las oficinas del cliente directo a celebrar el cierre. Todos súper contentos repasaron todo lo que habían realizado, se pavonearon de sus habilidades para persuadirlo y de la pérdida que iba a significar esto para sus competidores. La celebración terminó bien y como siempre, bastante tarde.

Él volvió a su casa. Al entrar se dio cuenta de que su mujer no estaba, recién ahí revisó su teléfono y se dio cuenta que tenía un mensaje de ella donde le decía que había salido con unos amigos y no sabía muy bien a qué hora iba a volver. La calma de ella en la mañana sumado a esta salida lo dejaron más intranquilo que nunca, nunca pasaba así, él se preguntaba por qué no le había avisado con más tiempo, y de un minuto a otro él estaba en la posición de conflicto que él le provocaba a ella.

Intranquilo con lo que pasaba se hizo un trago y se fue a sentar con un cigarro y su celular. No estaba seguro si llamarla o no, pero ir a dormir ya no era una opción. Mientras miraba correos en su celular, le entró uno de su nuevo cliente, en el decía:

«Estimado Enrique, después de la reunión de hoy quedé muy intranquilo. En la reunión no reparé en esto, pero después sí, ustedes no hicieron ni un reparo en los puntos que exigimos y eso me dejó pensando. Ahora, estoy seguro de que no me estás dando el mejor trato que pude haber conseguido con ustedes, así es que no des por cerrado este acuerdo ya que necesito volver sobre cada punto y voy a exigir más. Debo decir que esta vez es necesario que transparentes mejor tus condiciones debido a que esta actitud lo único que hizo es despertar mi desconfianza en ustedes.

Mañana coordinamos. Saludos.»

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