El último cariño

El último cariño

Despertó, ese día retomaba su semana con turno de noche. Habián pasado siete días y su marido no le había tocado ni un pelo, no había recibido una sóla señal de cariño, únicamente se comunicó con ella para pedirle cosas. Hace ya por lo menos cinco años que la relación para ella no existe, la dinámica entre ellos se mantenía igual. Desde esa mañana y por una semana no se cruzaría más con él en casa.

Ella es médico anatomopatólogo y trabaja en la morgue del hospital. Ahí le toca descubrir diariamente las razones que se llevan las almas de los cuerpos.

Ese día partió a su trabajo. Ese lugar tiene una gran sala con cuatro mesas de autopsia y diez refrigeradores para los cuerpos que deben ser revisados diariamente. Al final de la gran sala de autopsia hay una oficina que cuenta con tres posiciones de trabajo y una cama junto a una ventana que mira a la gran sala.

Ese día había poco trabajo, a las 23:11 decidió ir a tenderse, bajó las luces de la sala, apagó las de la oficina y se tendió a leer su celular. Como siempre, ni un solo mensaje de él, ni nada.

Se disponía a leer algo en internet cuando siente que se abre la puerta de la sala. Mira por la ventana y ve entrar a un médico. No logra reconocer quien es pero lo ve resuelto a prender las luces de una de las mesas y sacar uno de los cuerpos de los refrigeradores, ella piensa en ir a ofrecer ayuda pero no lo hace, sabe que si él la llegara a necesitar, la buscará en la oficina como siempre.

Se queda mirando. El cuerpo que saca de los refrigeradores es el cuerpo de una mujer, «Elisa», muy linda, más o menos de la misma edad de ella.

El médico la observa detenidamente, con mucha calma, luego arregla su largo cabello con cuidado y deja algunas de sus mechas sobre los senos de «Elisa», como cubriendo un poco su desnudez, ordena su cabeza y pasa los dedos suavemente por las cejas de Elisa. Delicadamente toca los labios, como reconociéndolos. Apoya una de sus manos en la mesa y con la otra recorre el cuello, ordena uno de sus hombros y avanza por el brazo suavemente hasta la mano. Ordena la mano con mucho cuidado y la deja sobre su ombligo. Luego recorre suavemente sus costillas hasta el borde de uno de sus senos, para luego recorrerlo hasta el pezón, que lo aprieta delicadamente.

Ella sin quererlo siente esa acción en su cuerpo, se sorprende y se distrae de lo que estaba mirando, piensa «¿qué está haciendo este médico?, esto es raro, ¿debería llamar a seguridad?», aprieta su celular, se detiene, reflexiona y se dice, «en realidad no está haciendo nada malo, voy a esperar un poco».

Vuelve a mirar y el médico seguía recorriendo el cuerpo, estaba tocando una de las piernas de Elisa, cuando se sorprende de ver que los labios de Elisa habían tomado color, sus pezones también y podía apreciar que la piel del cuerpo de Elisa estaba erizada. Piensa, «¡esto es imposible!». Su sorpresa la lleva a correr el velo de la cortina para confirmar lo que estaba mirando; el médico identifica el movimiento y fija la mirada en la ventana. Su mirada la asusta, ahora estaba convencida de que esto era algo raro, atina a poner seguro a la puerta y marca a seguridad.

Cuando vuelve a mirar por la ventana el médico y el cuerpo ya no están, sale de la oficina y confirma que el cuerpo de Elisa está en uno de los refrigeradores y sí, también confirma que tiene algo de color todavía. Está totalmente sorprendida, no entiende qué está pasando, pregunta por el médico y nadie lo puede identificar.

Esa semana volvió a ver al médico dos veces más, no intervino y guardó distancia, la que le daba la ventana. Pudo ver con más cuidado, que el cariño de ese médico lograba una especie de último suspiro de los cuerpos que tocaba y no habló más del tema con nadie.

Despierta a media noche, está en su cama, su marido al lado, se siente muy excitada, tiene la piel erizada, los pezones duros, se levanta, va al escritorio y toma la pistola.

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