El Olvido Provocado

— Mira el desastre que hiciste, pero como puede ser posible, ¿eres imbécil?
— Pero calma, por favor, fue un error.
— Dime una cosa Carlos, ¿quién va a pagar tu error?, ¿tú?
— Pero….
— ¡Ya Roberto! déjalo en paz. Ven Carlos, entra a la casa.
— ¡Pero Claudia!, por favor, ya está grande, tiene que asumir su responsabilidad, tiene que pagar el costo de las tonterías que siempre hace, ¿hasta cuando lo vas a proteger?

Esta escena se repetía todo el tiempo, Roberto era el padrastro de Carlos y Claudia su madre. El padre de Carlos nunca volvió a verlo y ese dolor provocaba en Claudia un impulso sobreprotector con él.

— A ver, ¿qué pasó Carlos?
— Saqué el auto a escondidas y lo choqué sin querer.
— ¿El auto de Roberto?
— Sí, realmente la cagué, lo siento. Quizás debería ir a hablar con él.
— No, no, calma, mejor que no hables con él ahora. Espérame, que te voy a preparar tu plato favorito, ¿ya?, déjame el problema con Roberto y el auto a mí.
— ¿Me vas a hacer un bistec con arroz?
— Sí mi amor, espérame un poco, quédate acá tranquilo.

Carlos sintió alivio y un vacío ya que era capaz de ver que era importante enfrentar sus errores y hacerse cargo, el vacío le mostraba que había algo que se estaba quebrando. Por otra parte Claudia totalmente ciega de esta emoción, no quería verlo pasar por eso y evitaba que el potencial conflicto con Roberto escalara. Claudia no sabía lo que estaba provocando.

— Cacha Carlos, mira lo que me regaló mi papá.
— En serio, ufff no lo puedo creer.
— Pero qué pasa, ¿por qué te molestaste?
— Osea como no te das cuenta, eso, eso que tienes en las manos es lo que necesito para mi carrera de producción audiovisual.
— Pero que onda, tú siempre andas con las cámaras del instituto, oye, que te pasa.

Carlos con mucha rabia, salió de su pieza cerrando bruscamente la puerta con el fin de hacerse notar y buscando a su madre.

— ¡¿Mamá?! ¡¿viste lo que le regalaron a la Carola?!
— No, ¿qué le regalaron?
— Roberto le regaló una cámara de video de lujo, ¡¿cómo es posible que me hagan esto?!
— No sé, yo no sabía.

Roberto al sentir el portazo que dio Carlos se acercó también a la cocina donde estaba Carlos con su madre.

— ¿Qué te pasa ahora Carlos?
— A ver Roberto, déjanos solos ¿ya?
— ¡¿Cómo puedes ser tan envidioso?!, la Carola te admira weón, quiere hacer las mismas cosas que tú, realmente tú no tienes límite.
— Pero cómo se te ocurre a ti comprar una cámara de video así, sabiendo que Carlos estudia esto y que la necesita.
— Increíble Claudia, no ves que solo basta que venda un par de sus amplificadores o una de esas guitarras que tú le has comprado, para que se compre diez de estas cámaras de video. ¿Qué les pasa? ustedes realmente están locos.

Roberto resopló y se retiró, definitivamente no había forma de que Claudia le diera un espacio para que los conflictos de Carlos se resolvieran de una mejor manera.

— Mamá, no sé, puede ser que la haya cagado con la Carola, en parte el Roberto tiene razón.
— No, no Carlos, esto lo hizo claramente con la intención de provocar. Mira, toma mi tarjeta y anda a comprarte algo, yo voy a calmar los ánimos con ellos. Cómprate algo lindo y vuelve de buen ánimo para celebrar el cumpleaños de tu hermana. ¿Ya? Luego me muestras qué cosas lindas te compraste.

Como solía ser, Claudia evitó cada vez que pudo que Carlos enfrentara sus conflictos. El tiempo avanzó y Carlos dejó la casa de su madre. Se reunían de vez en cuando para cumpleaños y otras fiestas. Él generalmente visitaba a su madre para pedirle dinero y lamentarse de lo mal que iba su vida; la razón de sus males eran responsabilidad de ella, de la vida, la educación y las oportunidades que ella le había dado. Claudia lo acompañaba en su lamento, buscar responsabilidad en Carlos ya era algo totalmente olvidado. Claudia lamentablemente seguía inconsciente de los alcances del mal que había provocado.

— Roberto, ábreme por favor.
— Carlos ¿qué haces acá a esta hora?, ¿Te pasó algo?
— Sí, disculpa, ¿está mi mamá?
— ¿Quién es Roberto?
— Es tu hijo.
— Carlitos, ¿qué pasó?
— Nada, Roberto puedo hablar a solas con mi mamá.
— Ok, Claudia me avisas si necesitan algo.
— ¿Qué pasó Carlos? ya me preocupaste.
— Mamá dejé la caga, pero realmente la cagá.
— ¿Pero qué hiciste? por Dios habla.
— Le pegué a la Paula y al Vicente.
— ¡¡¡¿Queeee?!!! Cómo fuiste a hacer eso, por Dios Carlos. ¿Cómo están?
— No sé, salí y me vine para acá, no sé qué hacer, ¿me puedo quedar?
— Sí, no hay problema, a ver, calma, pero ¿ella te provocó?
— No sé, puede ser.
— Dame un minuto déjame prepararte tu plato favorito. Tú te quedas acá, ¿ya?

Claudia le sirvió el mismo plato de siempre, lo que nunca comprendió fue que ningún plato de comida iba a llenar el vacío con el que cargaba Carlos, un vacío que creía con cada conflicto evitado.

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