Hablamos un rato con estos nuevos „amigos“ y efectivamente habían estado en la cárcel más de una vez. Estaban llenos de historias totalmente ajenas a nosotros, ajenas a lo que habíamos vivido. Tenían entre 10 y 15 años más que nosotros, unos de ellos parecía venir de una buena familia, al menos se podría notar eso en la forma que hablaba. Si bien eran más bajos que nosotros eran evidentemente más fuertes. Los fuimos sumando al grupo, aunque no había consenso de que fuera una buena idea.
— Oye, estos tipos son peligrosos.
— Sí, o sea, se puede ver que pueden perder la cabeza con facilidad con cualquiera de nosotros.
— Weon, cachaste cómo reaccionó a tu broma.
— Sí, no vuelvo a tirar una talla nunca más.
— Es verdad, pero creo que nos sirven. Pueden ser un apoyo cuando estamos en problemas.
— ¿Sí?, no sé.
Así fue como los fuimos metiendo en algunas instancias donde realmente nos sentíamos aún más seguros al tenerlos cerca. A las fiestas en comunas más peligrosas, obvio, íbamos con ellos, partidos de fútbol en el parque, íbamos con ellos, problemas de peleas callejeras, buscábamos apoyo en ellos, reabastecimiento de marihuana en barrios peligrosos, evidentemente íbamos con ellos.
En la medida que fuimos interactuando más con ellos, creo que terminaron dándose cuenta de que realmente el liderazgo era nuestro, es raro eso, pero creo que al final la inteligencia pesa más que la violencia para dirigir a un grupo de seres humanos, nos mostraban mucho respeto, sobre todo porque aprendieron la manera cómo resolvíamos problemas o producíamos problemas.
Con la compra y distribución de marihuana que teníamos quedaron sorprendidos, a algo tan simple y tan rentable, ellos no tenían acceso, aunque estuviera en frente de sus narices.
Todo iba bien con ellos hasta que apareció lo que no queríamos ver. Ese día como muchos viernes andábamos colándonos en fiestas, a este tipo de eventos nunca los llamábamos, porque evidentemente eran bichos raros para los círculos donde intentábamos entrar. Ese día logramos colarnos en una fiesta hasta que se armó una pelea por una niña que había intentado abordar Jacko.
— ¿Qué pasó?
— Weon, no sé, ese gallo se volvió loco, está evidentemente cocido.
— ¿Pero qué? ¿Le pegaste?
— Obvio, me lo saqué de encima.
— Chucha, ¡vienen pa’ acá!
— ¡Ya, weones! Vamos a resolver esto afuera.
— ¡Calma, chiquillos! No queremos problemas, tu amigo está mal, está curao.
— Qué me importa, tu le pegaste así que vamos pa’ afuera y resolvemos esto.
— Calma..
— ¡Nada de calma conche tu mare! Vamos o los sacamos a patadas.
Siempre era lo mismo, era muy raro que alguien de verdad quisiera pelear, era más bien una rutina de gritos, empujones, garabatos y siempre había más personas intentando detener la pelea que personas con verdaderas ganas de pelear, es más, la agresividad demostrada aumentaba en la medida que quienes detenían el enfrentamiento eras más eficaces en detenerlos. Esta vez no fue la excepción.
— ¡Ya! Terminó el show.
— Ja, ja, ja, ja, sí, vamos a comprar cervezas.
En el camino a la botillería nos topamos con el Cristiano y el Araucano y se sumaron al grupo. Al llegar a la botillería nos encontramos con los mismos del show de la pelea de treinta minutos atrás.
— Cacha, Jacko, tu amigo de la fiesta.
— ¿Qué amigo?
— Es que estábamos en una fiesta y Jacko se agarró con uno de esos weones de allá.
— ¿Y te pegó Jacko?
— Imposible, poh Cristiano.
— Ja, ja, ja, ja, ja, ok. Veo que los reconocieron. Vamos, ¿no?
— Miren quien viene acá, ¡les dio miedo pelear!
— ¿Qué pasa? El único que recibió algo fue tu amigo.
— Ya pasen plata pa’ comprar. Yap, voy y vuelvo.
— Seba, ¿con estos iban a pelear?
— Sí, pero no pasa nada, como siempre.
— Igual son harto más grandes que ustedes. Seguro que no les dio miedo.
— Siempre da miedo pelear, no entiendo.
— Tranqui, voy a ir a hablar con ellos.
— Hola, ¿oye me convidas fuego?
— Y voh, ¿de dónde saliste?
— ¿De mi casa?
— Jajajaja, chistoso el weon, ¿vos soy medio flaite?
— Puede ser, Dame cerveza.
— Estai más weon.
— No es una pregunta.
— ¡Sale de acá flaite culiao!
Después de eso se escuchó un puñetazo terrible, de tal magnitud que el joven al que Cristiano le pedía cerveza quedó insconsciente y tirado en el piso con un par de botellas de cervezas reventadas a su alrededor. La escena fue tan violenta que todos sus amigos corrieron dejando las cervezas a su amigo solo y tirado en el piso.
— ¡Weon! ¿Qué hiciste Cristiano?
— A ver, Araucano, Seba ayúdeme.
— ¿Qué vai a hacer?
— Ayúdeme a levantarlo
— ¿Qué pasó?
— Cristiano le pegó a este weon.
— ¿Está inconsciente?
— ¡Ya! Llevémoslo pa’ allá.
Nos quedamos cuidando a ese joven hasta que empezó a reaccionar. Sean y Jacko lograron ubicar a sus amigos que habían arrancado para que lo ayudaran a llegar a su casa.
— ¿Weon qué estai haciendo?
— Me quiero quedar con sus zapatillas y con la plata que trae poh.
— ¡Pero cómo weon! No tiene sentido ¿qué ganai?
— Así son las cosas no mah, poh.
— Para weon, para, deja esa wea.
— Oye, sí, ¡para Cristiano!
— Está bien, solo porque son ustedes, lo vamo a dejar ahí.
— ¡Acá!, ¡acá!, acá está tu amigo.
— Ok, bueno los dejamos, siento mucho lo que pasó.
— Dale, igual gracias.
— ¿Gracias?
Sonaba bien la idea de tener amigos malos, pero al final aparece lo que no se quiere ver y entiendes que simplemente ese mundo no es para ti.



