— ¡Hola! Mi nombre es Sean
— Ok, Pero ¿quién de ustedes me conoce?
— Por lo visto nadie, tenemos un mal entendido, por alcance de nombre.
— Oye, te pasaste, yo te dije el apellido de Juan Carlos.
— A ver cabros vamos a tener problemas, no tienen nada que hacer acá, se pasaron pa’ patudos.
— Disculpa, Carolina, no debo haberte escuchado bien. Pero please calmémonos, nadie quiere problemas.
— Ya, salgan de acá, ya ¡a la calle weones!
— Momento, Juan Carlos ¿cierto?, ¿te puedo hacer una pregunta?
— ¿Qué chucha querí?
— Nada, la Carola nos contó que fuiste a Emilia Téllez, a comprar pitos, ¿cómo te fue?
— Weon, ¿qué te importa?
— Para un poco, Juan Carlos, ellos andan con buenos pitos.
— Así es, te podemos vender.
— ¿Qué chucha Carola?
— Me regalaron un par y están súper.
— No entiendo nada, te acercas para que eche a estos pendejos y ahora te estai haciendo parte de las weas que hablan.
— Pero bueno, es una oportunidad.
— Increíble, ya ok, ¿que tienen?
— ¡Jorge, ven!
— Mira tenemos esto, huele.
— Ya veo, y ¿en cuánto me la dejas?
— Ese paquete vale quince mil, te tomamos patudamente ocho cervezas y nos llevaríamos dieciséis más, que suman aprox seis mil pesos.
— Qué mierda, ¡ya salgan de acá pendejos culiaos!
— ¿Cuál es el problema?
— Debería quitarte eso de las manos, llamar a los pacos y que se los lleven detenidos.
— No creo que puedas quitarnos nada y nosotros sabemos dónde estás tú, tú no sabes de dónde somos.
— ¿Es una amenaza?
— Tú acabas de hacer lo mismo y yo intento de buena manera hacerte ver que estás cometiendo un error.
— Carola, creo que voy a matar a tus amigos.
— Calma, acá nadie va a morir, nos vamos.
— Espera acá está lo que pides, tres packs de cerveza y diez mil pesos.
— Dale, algo racional que salga de esto. Acá está lo tuyo.
— ¡Chao a todos fue un gusto no haberlos conocido!
— ¡Chao, pendejos culiaos, barzas!
— A ver, ¡ven a gritarnos esa wea acá afuera!
— Ya, ya, chicos cállense ya me metieron en el medio problema.
— ¿Por qué no vienes con nosotros?
— Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ¿tú no tienes límites ah? La verdad nunca había conocido niños tan patuos, son de verdad notables, pero ahora váyanse.
— Pero si no son capaces ni siquiera de ir a comprar.
— Ya, chao.
— Espera, quédate un minuto acá.
— ¿Qué quieres?
Mientras Sean intercambiaba las últimas palabras con la niña que habíamos manipulado para entrar a la fiesta, Matías y Jorge se ocuparon de colocar palitos de fósforo en las válvulas de los autos que estaban afuera para dejar los neumáticos sin aire.
— ¡Ya cabros! Vamos a una plaza a tomarnos las cervezas.
— Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, yo pensé que iba a ser pelea.
— Esperen, esperen ¡¡¡Juan Carlos, valis callampa!!!
— ¡Concha tu madre, Matías, weon!
Arrancamos como siempre, Matías simplemente no se controlaba. Corrimos hasta una plaza y nos quedamos comentando el show que habíamos montado.
Al otro día nos juntamos en el parque. Fuimos llegando poco a poco.
— Hola, ¡wena! ¿en qué están?
— Pensando en cómo meterle conversa a esa chicas.
— Están acompañadas eso sí.
— He ahí el problema, pero no se por qué es problema, se trata de hablar no más.
— ¡Cacha! George está con esos gallos que se supone estuvieron en la cárcel.
— Chucha, ¿sí qué onda?
— ¿Será cierto? Se ven peligrosos pero no se ven flaites.
— Esperemos a que venga pa’ que cuente qué onda.
— ¡Hola cabros!
— Hola George, ¿con quién andabas?
— Con estos gallos que son ex convictos.
— ¿En serio? Es verdad.
— Sí, creo, es lo que ellos cuentan, oye, bueno me piden pitos, les parece que le venda un poco.
— ¿Pero cómo vamos a estar tratando con delincuentes?
— No estamos tan lejos de eso Seba, si no quieres verlo es tu problema.
— Puta, pero no es lo mismo.
— Tranqui, regalémosle pitos.
— ¿Cómo? Pero tienen plata y quieren pagar.
— Weon, nos puede servir de algo tenerlos cerca, hacernos amigos de ellos.
— Tiene sentido, ayer pudimos haber necesitado que nos prestaran ropa.
— Por eso.
— En realidad hace sentido.
— Diles que es un regalo.
— Ok, vuelvo luego.
Estábamos tendidos en el pasto con el sol en la cara hasta que unas siluetas nos taparon el sol.
— ¡Hola chiquillos!
— Ehh, hola, espera déjame pararme que no veo.
— Ahh, gracias
— Hola, mi nombre es Cristiano. ¿Tú?
— Yo, Seba
— ¿Y tú?
— Sean, y acá están el Leo y el Jacko.
— Buena, gracias por el regalo, ah y disculpa este es mi cumpa, el Araucano.
— Hola Chiquillos, se agradece el regalo.



