El Dispositivo

Estaban haciendo todo lo posible para terminar con lo que estaban haciendo. Muy concentrados y realizando movimientos cortos y continuos ya podían ver que lograban el objetivo, pero cualquier vaivén un poco más extenso los hacía perder la conexión.

— ¿Qué pasa?
— No sé. Déjame intentarlo de nuevo.
— ¡No!, ¡ya basta!, no funciona, ¡qué lata!
— No se, no se que hacer.
— ¡Es simple!, no tiene ni una ciencia, tomas tu cosita, me penetras y repites eso una y otra vez. ¡Es la cosa más simple!, pero así, es imposible.
— ¡Tú tampoco ayudas!
— ¡¿Qué?!, ¡¿Ahora el problema soy yo?!, no lo puedo creer, tu situación es la definición de «inútil», existe pero no se puede usar.
— ¡Eres realmente insoportable!
— ¡Ya! Duérmete mejor, tu compañerito hace rato que está en eso.

La situación era compleja, ellos tenían una buena relación, eso hasta ahora, que «algo» no funcionaba.

Se pusieron de acuerdo en probar lo que fuera. Probaron todo, pero literalmente todo, cremas, pastillas, consoladores, comidas, hierbas, vibradores, sujetadores, inyecciones, todo, todo lo que encontraron, lo compraron y lo usaron con toda la esperanza. Pero, nada.

Un día, él, mirando la televisión, dio con la propaganda de un producto revolucionario e infalible para llevar al máximo la libido de cualquier pareja. El comercial era de esos tipo «¡llame ya!», productos con los que él, más de una vez había tenido una mala experiencia, cosa que le provocó escepticismo de la «supuesta» efectividad infalible y a un precio ridículamente alto. A pesar de eso decidió ir a ver de qué se trataba.

— ¡Buenas tardes!
— ¡Hola!, pase por favor. ¿Cómo lo puedo ayudar?
— (El un poco avergonzado) Ehh, vengo por el dispositivo, ehh.
— No me diga más, ¿viene por esto?
— (Con alivio) ¡Si!, exactamente. Quería saber más de su funcionamiento.
— Ok, que bien. Mire, le explico.

El señor le explicó los detalles que lo hacían tan efectivo. Él seguía escéptico de la veracidad de todo.

— Dígame una cosa por favor, ¿por qué este producto tan efectivo y caro lo promueve de una manera tan descuidada? Disculpe, pero su publicidad se ve como de mala calidad.
— Ok, ¿ sabe?, usted me cae bien, le voy a explicar por que lo hago así.
— Ok
— ¿Qué piensa usted?, ¿Si invirtiera en una publicidad de calidad y generara confianza a la primera?, ¿que tendría afuera de mi tienda?
— Me imagino que una fila de gente.
— ¡Exacto!, a su criterio, de diez personas, ¿cuántas estarían dispuestas a pagar este precio a la primera?
— Ufff, el precio es muy alto, podría ser una.
— Quizás menos, las personas que buscan resolver este tipo de problemas acuden a todo y hay alternativas más baratas, o sea me pasaría el día lidiando con muchas preguntas y vendiendo poco. Dígame, usted antes de venir y atraído por una mala publicidad, ¿ya ha intentado con todo lo que encontró?, ¿me equivoco?
— Jajajajaja, ok. Entiendo.
— ¿Se lo envuelvo?
— Sí, ¡gracias! (Se sintió muy ingenuo pero sus dudas se disiparon por completo).

Se fue a casa. El sistema era muy simple, se enchufaba a la energía eléctrica y se encendía con un botón. El equipo emitía una frecuencia de sonido inaudible para el oído humano pero no para otras partes del cuerpo. Llegó y le explicó a su mujer.

— ¿Yaaa?, ¿qué encontraste?
— ¡Esta máquina!, mira. Emite un sonido que aumenta el deseo sexual, eso me dijo la persona.
— Jajajajajaja, ¿en serio?, ¿vamos?, te tienen que haber engañado, ¿con un sonido? Jajajajaja, creo que te vieron la cara.
— Qué diablos, probemos, ¿no?

Se fueron a la pieza, prendieron el equipo y esperaron a ver que pasaba.

— Esto es ridículo.
— Ya, relájate.
— No escucho nada y no siento nada raro.
— ¡Espera un rato!

Diez minutos más tarde.

— Creo que siento algo.
— Yo igual.
— ¡Dame besos!

La máquina funcionaba y funcionaba de maravilla. Pasaron dos días enteros jugando, sólo se detenían a tomar agua, dormir un poco o para comer algo, simplemente no tenían límite para tener sexo y del salvaje.

Al final del segundo día.

— ¡Impresionante!
— Creo que nunca lo habíamos pasado así, ¿no?
— Es verdad. ¡Ya!, sabes que, apágalo por favor, mañana tenemos que trabajar, la vida no es puro sexo
— ¿Seguro?

Él se levantó a apagarlo y volvió a la cama.

— ¿Sabes qué?, ya sé cuál es tu problema.
— ¿Cuál?
— Siempre me haces caso en todo, ¿mira la tontería que acabas de hacer?, (en tono de burla) ¿porque mañana hay que trabajar?. No hay caso, no te das cuenta. Así que, levántate ahora, prende la máquina y vuelve aquí, rápido.
— Ok.

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