El Bi

El Bi

Ese día despertó particularmente lúcido, con su cabeza bien despejada, sin preocupaciones ni los típicos pensamientos negativos y repetitivos.

Salió de su casa tranquilo, el día era ideal, sol, ni calor ni frío. Caminó a su trabajo.

En uno de los cruces se detuvo a esperar la luz verde. Mientras esperaba, atinó a pegarle una patada a un perro que se asomó a su lado, el perro con el golpe se echó para atrás chillando y luego él se abalanzó contra el perro para sujetarlo, el perro logró arrancar y volvió corriendo por su camino.

A pesar de ese evento de gran tensión, logró recuperar la calma rápidamente y continuó su camino al trabajo.

Al llegar a su trabajo no saludó a nadie, entró directo a su oficina y empezó a organizar el día.

Un poco más tarde, llamó a su oficina a uno de sus colaboradores, cerró la puerta y le describió con mucha fuerza lo mal que estaba haciendo su trabajo, dándole un ultimátum en el caso de que no logrará el mínimo que le estaba pidiendo y en un plazo muy breve. Fuera de la oficina se sintió la tensión dado el tono y la fuerza de las palabras con que se dirigió a su trabajador.

Nuevamente, recuperó la templanza en pocos minutos y continuó tranquilo su día de trabajo. A la hora de almuerzo, salió a comer solo, eligió un restaurante diferente de los que habitualmente visitaba. Se sentó sólo. A la mitad de su almuerzo, mientras comía y leía cualquier cosa en las redes sociales, en un momento dejó de leer, se levantó e increpó a la pareja de vecinos de su mesa, que ya lo tenían muy incómodo. Fue lo suficientemente agresivo como para lograr que uno de ellos se retirara de inmediato.

Como le había pasado a lo largo del día, su calma volvió en cosa de segundos, se sentó y terminó de comer.

Caminó de vuelta a su oficina y un poco antes de la entrada al edificio le hizo una zancadilla a un hombre que corría en dirección contraria a él. El hombre cayó muy fuerte en el piso, tanto que no se pudo levantar, inmediatamente muchas personas se empezaron a acercar a él. Él reaccionó moviendo los brazos en señal de que no era su culpa, al mismo tiempo que apuró el paso para entrar al edificio donde quedaba su oficina. Ya en el ascensor nuevamente se sintió contento, tranquilo y en paz.

Esa tarde de trabajo fue relajada, pudo organizar todos sus proyectos.

Decidió dejar la oficina y salió sin despedirse de nadie. Se acercó a la parada de buses para tomar la 411 y llegar a su casa. En el paradero cuando llegó el bus 444 tomó del brazo a una abuelita impidiendo que se subiera al bus. Luego sin soltar su brazo la subió con él al bus 411, todo esto sin perder un milímetro de calma.

Al llegar al paradero de su casa, se bajó con la señora sin soltar su brazo por ni un segundo. Llegó a las afueras de su casa y la llevó a una casa mas pequeña en el jardín de atrás de su propiedad. La hizo entrar y luego salió de ahí cerrando la puerta por fuera.

Luego de hacer esto, entró en su casa y saludó cariñosamente a su esposa y a sus hijos. Se sentó a comer con ellos y hablaron de lo que habían hecho a lo largo del día.

Finalmente, él ordenó la cocina y se fue a acostar. Estaba contento, el día había sido pleno para él, si bien había trabajado mucho dado que llegó de primero y se fue de último de su oficina, había salvado a un perro de ser atropellado, puso en su lugar a una de sus jefaturas por dar mal trato al equipo, detuvo las agresiones que un muchacho le estaba dando a una joven, había ayudado a detener a un delincuente y sorprendió a su mamá justo cuando iba a cometer nuevamente el error de tomar la 444.

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