Esa noche después de una fiesta, en la tranquilidad de su baño, mientras se quitaba el maquillaje, por primera vez en su vida se halló a ella misma. Algo pasó, algo hizo que por primera vez en su vida pudiera verse tal cual es. No fue algo fácil, el vacío que sintió fue brutal, pero por primera vez tenía el coraje para vivirlo y no evadirlo, así el dolor fuera insoportable.
La vida pasaba por su cabeza con mucha nitidez, podía reflexionar en detalles lo que había vivido y esa noche todo se revelaba ante ella, para poder verse tal cual es, sin ninguna máscara.
¿Por qué?, ¿por qué había evitado ser quien realmente es?, ¿por qué escondió eso y eligió un camino tan ajeno a lo que ella disfruta de verdad?, ¿por qué dejó de hacer eso que la hacía brillar?
Una princesa, la más linda, la que más llama la atención, esa mujer florero que no deja a nadie indiferente, voluptuosa y con ganas de serlo aún más y a cualquier costo, la mejor bailarina, la que llena de vida los espacios de celebración.
Una manipuladora, capaz de mentirle al mismo dios sin que se dé cuenta, con la capacidad de jugar con la cabeza de los hombres, realmente niños, ingenuos y de impulsos tan básicos y simples que caen fácilmente con cualquier dulce. Disfrutar del poder que da la posibilidad de tener los elementos para demostrarse que sí, sí, ella lo podía hacer.
Una ninfa que quiere probar a todos los hombres que pueda, conocerlos en la intimidad, mostrarles cómo ella quiere y disfruta el sexo y a veces, solo a veces entregarles algo especial, solo si la lograban estremecer en alguna medida, o si es que le enseñaban algo nuevo para agregar a su repertorio.
Una no madre, esa que hace lo mínimo para cumplir con la etiqueta que realmente nunca quiso, que fue probablemente la primera expresión de desorientación de lo que ella es y esa noche podía volver a reconocer. El inicio de una voluptuosidad diferente, más burda, decadente, con una piel maltratada, llena de estrías, después de cuatro embarazos.
Una reina, que solo quiere organizar las fiestas y las celebraciones para lucir sus nuevos vestidos y escuchar los elogios de lo bella que es, sin tener que trabajar o generar dinero, labores tan mediocres, tan bajas, tan humanas. Un rey debió haberla cuidado y entregarle todo lo necesario para expresarse en plenitud.
Nada de eso se había hecho real y ahora frente al espejo podía ver el vacío producido por esa desconexión con lo que realmente se es; nada de eso que ella siempre quiso tenía una expresión real, ni un destello de eso se podía ver, todo había sido justo lo contrario, la vida la llevó justo por donde no quería caminar. Al menos esa noche frente al espejo sintió el dolor de hallarse por primera vez, pero al mismo tiempo, después de apreciarse se pudo querer mucho más que antes, sintió orgullo de reconocer lo que realmente es. Una idea quedó como eco en su cabeza: “nunca es tarde”.



