Juanito despertó tarde. Se extrañó, era día de colegio y al mirar al lado, la cama de sus padres estaba ordenada como si no la hubiesen usado. Gritó «papá», «mamá», sin respuesta. Se levantó de la cama, tomó su celular, confirmó la hora, 10:30. Raro, salían al colegio a las 6:30. Se asomó a la cocina y confirmó que las cosas estaban tal como él las había dejado. Sus padres trabajaban en turno de noche. Su celular, solo para recibir llamadas, no registraba nada. Empezó a sentir angustia.
Se vistió para salir por ayuda, se echó al bolsillo su celular y el reloj que le había regalado su papá.
Salió directo donde la vecina. Tocó su puerta y la vecina le abrió sorprendida de verlo ahí. Le preguntó qué pasaba. Juanito describió. Ella le ofreció llamar a sus padres. Al terminar de llamar, le dijo que los números estaban fuera de cobertura. Ella para calmarlo, le dijo que esperara la llamada de sus padres en casa.
Se fue a casa y se mantuvo frente al celular. La sensación de angustia aumentó al no ver llegar ni un llamado, se volvió insoportable. Decidió ir a la fábrica donde trabajaban. Se dirigió al paradero de autobuses. Él conocía el nombre de las calles donde quedaba, pero no sabía qué bus tomar. En el paradero encontró un par de personas. Se acercó a una mujer y le pidió ayuda, le preguntó por el bus para llegar a «Italia» con «Condell». La mujer le dijo que debía tomar el 411 y pedir al chofer que le avisara una vez ahí.
Tomó el bus, le pidió al chofer que lo llevara sin pagar, el chofer accedió y le preguntó dónde iba. «Siéntate cerca mío» le dijo, «yo te aviso». Juanito se sentó al lado de un hombre. El señor, al ver la interacción con el chofer y lo pequeño de Juanito, le conversó. Juanito contó su día y lo asustado que estaba. El señor le preguntó por qué no iba a la policía. Juanito le explicó lo peligroso que era para él ir a la policía, eso lo podía llevar a una casa de menores del estado, de donde solo se puede salir con 18 años.
Al llegar el chofer le avisa y antes de bajar le da 4.000 pesos para cualquier cosa deseándole mucha suerte.
Juanito se bajó, llegó a la puerta de entrada y se presentó con los guardias, les dijo quiénes eran sus padres y lo que había ocurrido. Los guardias reaccionaron de inmediato al ver la angustia. Buscaron al jefe de planta. El jefe se acercó a Juanito y le explicó que la noche anterior habían transferido a sus padres a otra fábrica y le ofreció llevarlo allá en un taxi. Juanito accedió, primera vez en el día que sentía alivio. Lo acompañó al taxi y le encargaron al taxista llevarlo al «kilómetro 44 de la ruta 5 norte».
Camino a la fábrica el taxista le preguntó qué hacía ahí y qué había pasado. Juanito contó todo. El taxista en lugar de sentir empatía con Juanito sintió rabia con los padres. Hablaron por un buen rato y en la medida que Juanito le daba más información el taxista más rabia sentía. Finalmente su rabia lo llevó a decidir que lo mejor era llevarlo a la policía. Cambió de ruta y le avisó a Juanito del cambio de planes. Juanito le replicó de inmediato, explicando las consecuencias, pero no escuchó. Al ver esto, Juanito se preparó para escapar y salió corriendo del taxi en la siguiente parada. Se bajó, corrió entre la gente, el taxista lo persiguió sin darle alcance, ya que estaba en riesgo su taxi.
Una vez que confirmó que ya no lo seguían se detuvo, miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en un lugar desconocido. Volvió a sentir la angustia en su estómago que ya se confundía con el hambre de haber pasado todo el día sin comer. Se sentó en la vereda de la calle, metió su mano al bolsillo, sacó el reloj que le había regalado su papá, lo apretó entre los dedos y recuperó la esperanza de encontrarlos.


